miércoles, 1 de enero de 2014

La vida en los alambres del patio.

Hoy pensé en escribir sobre los cambios de año y los propósitos no cumplidos. Sobre que la vida empieza y termina cada día. Sobre la amistad, los sueños y las historias compartidas.  Pero luego me enteré de la muerte (un más y la última del 2013) de la hija, sobrina y nieta de una familia muy querida para mi... Otro accidente. Otra vida joven que terminó su camino. Y recordé a las hormigas.

Las hormigas son seres interesantes para reflexionar sobre la existencia. Van y viene por un mismo trillo. Unas van y otras vienen, se encuentran, se dicen algo, siguen cada una su camino. Ese es el sentido de la vida de las hormigas, incansables, repitiendo la misma rutina de salir de su hormiguero para buscar hojas que nutran el hongo del cual se alimentan ellas.

Y es que veo un paralelismo entre la vida de las hormigas y la de todos nosotros. Recorremos los mismos trillos en busca de algo que alimente aquello de lo que nos alimentamos.

Al menos así es como me siento al hacer el recuento del año que terminó ayer.  Si bien estuvo marcado por acontecimientos imprevistos y decisiones de último minuto, tengo la sensación de haber ido y venido por el mismo camino.  No es un sentimiento de tristeza o de vacío, ni siquiera aburrimiento. Es solo eso, un constante devenir.

Un Déjà vu
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